Si
bien es muy cierto, dicho sujeto escribía con toda pericia, plasmó con mucha
particularidad su percepción del mundo, sus palabras nos permiten viajar en el
tiempo y contextualizarnos en aquel entonces, donde el hombre al igual que hoy
en día, quiere ser satisfacer su narcicismo de ser poderoso en la sociedad, de
ser quien impone las reglas del juego, de ser coactivo y supremo.
A
diferencia de hoy en día nuestros líderes, no luchan por su patria, aquel amor
a su tierra y gente se ha perdido, se volvieron del otro bando, son tan
antipatriotas que hasta venden el país a los extranjeros, explotan las personas
y los recursos que les pertenecen. Ahora no llegan en caballos, con biblias y
cristianos, no, ahora vienen con trajes y corbata, con identidades falsas y
contratos llenos de muy malos chistes, con los que pretenden comprar el mundo
entero sin ninguna pena ni vergüenza burlándose de la inteligencia de los
humildes, quienes por cierto muchos de ellos lastimosamente sufren se
malinchismo, se enamoran de cualquier apellido extranjero, con el autoestima
colectivo por el piso, como si no valieran nada, les reciben como si fueran
dioses, mientras que en su habla interna estos extranjeros se mueren de risa.
Claramente,
el paralelo entre lo sucedido en los años en que Bolívar escribió la carta y la
actualidad, se puede discernir que las necesidades de independencia ya pasaron
a un segundo plano, donde la generalidad y la búsqueda del bien común, al
justicia y los valores éticos que permiten una convivencia sana, son discursos
que entran por un oído y salen por el otro, porque como se ve actualmente solo
los que tienen el poder se benefician de su jurisdicción que representa la mayor
hipocresía para todos. Los americanos consiguieron independizarse, costó la
vida de muchas personas, mataron al tigre y se asustaron con el cuero, porque
en la sociedad, como en una familia, todos quieren ser el padre, no hallaron
otra cosa que pelearse por el poder como en un hogar pelean los hermanos.
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